
Empieza a darle vueltas al plato de lentejas y delante tiene a su padre que todavía no ha probado bocado. Ninguno de los dos lo ha hecho: uno porque no tiene hambre y otro esperando. De vez en cuando levanta la cabeza y sigue dando vueltas con la cuchara, mira a su padre, que empieza a ponerse tan nervioso como siempre, sigue dando vueltas y baja la mirada, como buscando algo en el plato. Nadie todavía ha empezado, la madre anda lloriqueando porque ya está bien que todos los días nos pongamos igual con la comida, el uno por el otro, por cabezonería, por orgullo, que si el niño no quiere comer, que no coma, verás como cuando tenga hambre se come lo que haya en la mesa, y sin rechistar, ah, verás, verás, pero es que no le dejas respirar, que...