Es primavera y la brisa fresca acaricia la nuca de un viejo que apoyado en un bastón avanza por el camino. De pronto aminora su paso y exclama, -¡no oigo pájaros!¿Oyen ustedes cantar a los pájaros?-. Sus compañeros dejan de conversar, agudizan el oído y comentan, que tal vez el miedo sea el motivo por el que lo pájaros paren sus trinos. Y continúan el camino hasta adentrarse en el monte, pero ningún pájaro canta, no los ven saltando entre las ramas de los árboles. Tampoco ven mariposas, y las telas de las arañas no irrumpen el paso. No se ven pulgones en los brotes de las hojas, ni abejas, ni libélulas. Y, sin embargo, las flores infladas por la tanta lluvia caída en los últimos días irradian un espectacular color, el mundo vegetal parece reinar ante un inexistente mundo animal. Intranquilos...