jueves, 23 de abril de 2009

Las Roturas de la Crisis


Como consecuencia de la crisis, a Felipe le dio por comerse las uñas compulsivamente. Circunstancia que suele ser bastante habitual en muchas personas y que según su médico, era solo consecuencia de un estado de ansiedad, en este caso relacionado con los tiempos apretados y las dificultades económicas por las que pasaba. Felipe trataba de ocultar sus penurias manteniendo su nivel de vida y apariencia tras perder hacía meses su trabajo. Su engaño se hizo insostenible y acabó ingresado y con secuelas no recuperables. Secuelas físicas y psicológicas. Sin poder determinar cual de ellas era más grave.

Parecía que Felipe se comía las uñas por los nervios diagnosticados, pero no era así. Empezó a mordérselas hasta convertir los dedos en una especie de carnicería. Ya no solo se comía las uñas, ahora las acompañaba con los pellejos de sus dedos. Pero la alarma saltó cuando experimentó lamer el papel higiénico después de limpiarse y catalogó su sabor como hígado amargo y un poco fuerte. Y ello desencadenó a servirse su propia caca en plato. Simplemente tenía hambre, no era cuestión de nervios. Era cuestión de supervivencia, de necesidades básicas. La caca salía cada día más deshidratada y pequeña, tras tanto reciclaje. Entonces, buscó en la calle con la complicidad de la noche, deposiciones de perros. Felipe provocaba a la suerte y temía ser descubierto por algún vecino. Podía perder toda la dignidad y el prestigio social que se había ganado en la comunidad, si alguien descubría no que comía caca, sino que ya no tenía ni que comer. Hay que decir que la caca de perro no era de su agrado, posiblemente por su tipo de alimentación, pero era lo que había y el camino que había tomado. Felipe cambió su estrategia, imaginamos que consecuencia de una realidad distorsionada, producida por casi un año de alimentación nefasta, soledad y distanciamiento del mundo. Felipe quería cambiar de menú, aunque el hambre lo había enajenado, era consciente que su alimentación tenía carencias, que necesitaba más proteínas y empezó a comerse los dedos. Los cortaba uno por día, primero los de la mano izquierda. Tras el corte los colocaba sobre un sartén, como un chef en la creación de un plato estimulante, salteándolos con ajo y sal. Cuando terminó con todos, excepto el índice y el pulgar de la mano derecha, que le permitían tener autonomía, comenzó a lonchearse el antebrazo y ese fue en camino hacia el abismo.

Un día le llegó una dosis de lucidez y se arrastró hasta la calle, a pedir ayuda. Tenía el aspecto de una pata de jamón ibérico apurado. No sabemos si será tarde para Felipe. Si así fuera, el zoológico de la ciudad, ha solicitado vía oficial lo que queda de su cuerpo, pues con el tema de la crisis y los recortes presupuestarios, los leones están pasando hambre.

Texto: Francisco Concepción Alvarez

miércoles, 22 de abril de 2009

Tengo que reconocerlo





Lo confieso. No lo voy a ocultar. Necesitaba leer algo que me enganchara, algo sencillo que me distrajera y me oxigenara de mis últimas lecturas, que no me hiciera reflexionar y recordé la lectura hace meses de la primera entrega de la trilogía Millenium, del fallecido escritor sueco Stieg Larsson, una novela de título sugerente “Los hombres que no amaban las mujeres”. Libro que compré por impulso, como por una revelación, pues en ese momento no era un fenómeno editorial de marketing. Pero hace algunos días en el lineal del Corte Inglés me tropecé, no pude resistirme y compré la segunda parte 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina'. No puedes esconderte, evadirte... está en lugar preferente en librerías, escaparates, centros comerciales, en los blos…La estoy leyendo y vuelvo a disfrutar con su lectura y vuelvo a caminar con sus protagonistas: Lisbeth Salander, investigadora privada, inadaptada, bisexual, que se acaba de operar las tetas y con el periodista Mikael Blomkvist. La novela te aporta conocimientos sobre turismo, te detalla la isla de Granada, te introduce en las matemáticas, te cuenta como funciona el mundo del periodismo y de la edición… es una novela que por su formato de escritura (facilona) puede ser catalogada de literatura de consumo. Esa literatura que detestan aquellos que se autodenominan “cultos y profundos”. Lo confieso… no soy culto, ni profundo y estoy disfrutando con 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina'.

Existen noticias que 'La reina en el palacio de las corrientes de aire' última parte de la trilogía, llegará a las librerías españolas, casi un mes después de que se estrene en los cines españoles (el 29 de mayo) la película está basada en la primera novela, 'Los hombres que no amaban a las mujeres'. Ahora no me preguntes si veré la película o si leeré la nueva entrega, de momento estoy disfrutando con la lectura de la segunda, un ladrillo de más de 700 páginas, que no es moco de pavo.



Si quieres puedes descargarte pinchando aquí las primaras 70 páginas de la primera entrega.

Tengo que reconocerlo





Lo confieso. No lo voy a ocultar. Necesitaba leer algo que me enganchara, algo sencillo que me distrajera y me oxigenara de mis últimas lecturas, que no me hiciera reflexionar y recordé la lectura hace meses de la primera entrega de la trilogía Millenium, del fallecido escritor sueco Stieg Larsson, una novela de título sugerente “Los hombres que no amaban las mujeres”. Libro que compré por impulso, como por una revelación, pues en ese momento no era un fenómeno editorial de marketing. Pero hace algunos días en el lineal del Corte Inglés me tropecé, no pude resistirme y compré la segunda parte 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina'. No puedes esconderte, evadirte... está en lugar preferente en librerías, escaparates, centros comerciales, en los blos…La estoy leyendo y vuelvo a disfrutar con su lectura y vuelvo a caminar con sus protagonistas: Lisbeth Salander, investigadora privada, inadaptada, bisexual, que se acaba de operar las tetas y con el periodista Mikael Blomkvist. La novela te aporta conocimientos sobre turismo, te detalla la isla de Granada, te introduce en las matemáticas, te cuenta como funciona el mundo del periodismo y de la edición… es una novela que por su formato de escritura (facilona) puede ser catalogada de literatura de consumo. Esa literatura que detestan aquellos que se autodenominan “cultos y profundos”. Lo confieso… no soy culto, ni profundo y estoy disfrutando con 'La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina'. Existen noticias que 'La reina en el palacio de las corrientes de aire' última parte de la trilogía, llegará a las librerías españolas, casi un mes después de que se estrene en los cines españoles (el 29 de mayo) la película está basada en la primera novela, 'Los hombres que no amaban a las mujeres'. Ahora no me preguntes si veré la película o si leeré la nueva entrega, de momento estoy disfrutando con la lectura de la segunda, que no es moco de pavo y es un ladrillo de más de 700 páginas.



Si quieres puedes descargarte pinchando aquí las primaras 70 páginas de la primera entrega.







domingo, 19 de abril de 2009

Encuentro con África



ENCUENTRO CON ÁFRICA es un proyecto que se está materializando a lo largo de tres semanas en el Teatro Unión de Tejina.
Ayer sábado, 18 de abril, tuvo lugar el primero de estos tres encuentros que pretenden una comunicación entre África y Europa, con Canarias como imprescindible puente de unión, en los que habrá intercambio de artistas europeos y africanos que, según se subrayó en la introducción, visitarán los distintos países en que actúen como ciudadanos de primera.
Sólo por eso ya merece la pena el proyecto.
La actuación de ayer, Poemas del Origen, contó con una primera parte a cargo de los poetas Coriolano González y Gabriel Cruz, que relataron la historia, con aires de epopeya, del inicio de la tierra y sus moradores y de la amenaza de la colonización y destrucción de una forma de vida.
En teoría, se trataba de la historia del pueblo guanche y su conexión con la naturaleza y su declive postrero tras la colonización castellana. A lo largo del hermoso texto leído conjuntamente por ambos poetas, las advertencias para evitar la catástrofe se iban desgranando arropadas por la música étnica, primigenia de Francis Hernandez y las imágenes de las pinturas y decalcomanías de los surrealistas Oscar Domínguez, Juan Ismael y René Magritte, entre otros.
Como decía, se supone que se trataba de la historia del pueblo guanche pero el texto iba más allá, era universal, un espectáculo acústico y visual notable que te transportaba a otro tiempo en el que el mundo fue formado y sus primeros habitantes tuvieron que aprender a respetarlo y convivir con él, un salto de lo particular a lo global que engrandece el espectáculo.
En cuanto desaparecieron del escenario poetas y músico hicieron su entrada en la sala tres percusionistas y dos bailarinas de Senegal que, desde el primer momento intentaron lograr nuestra complicidad.
Uno de los percusionistas se reconvirtió en cantautor y el maestro Abdou N’Doye ofreció cuatro canciones, dos de ellas en rigurosa primicia, pues pertenecen a su último disco, aún en proceso de grabación.
Aún quedan otras dos sesiones, los días 25 de abril y 2 de mayo, a las 20,30h, una buena oportunidad para encontrarnos con África y con nosotros mismos.


Crítica: Ana Joyanes

Encuentro con África



ENCUENTRO CON ÁFRICA es un proyecto que se está materializando a lo largo de tres semanas en el Teatro Unión de Tejina.
Ayer sábado, 18 de abril, tuvo lugar el primero de estos tres encuentros que pretenden una comunicación entre África y Europa, con Canarias como imprescindible puente de unión, en los que habrá intercambio de artistas europeos y africanos que, según se subrayó en la introducción, visitarán los distintos países en que actúen como ciudadanos de primera.
Sólo por eso ya merece la pena el proyecto.
La actuación de ayer, Poemas del Origen, contó con una primera parte a cargo de los poetas Coriolano González y Gabriel Cruz, que relataron la historia, con aires de epopeya, del inicio de la tierra y sus moradores y de la amenaza de la colonización y destrucción de una forma de vida.
En teoría, se trataba de la historia del pueblo guanche y su conexión con la naturaleza y su declive postrero tras la colonización castellana. A lo largo del hermoso texto leído conjuntamente por ambos poetas, las advertencias para evitar la catástrofe se iban desgranando arropadas por la música étnica, primigenia de Francis Hernandez y las imágenes de las pinturas y decalcomanías de los surrealistas Oscar Domínguez, Juan Ismael y René Magritte, entre otros.
Como decía, se supone que se trataba de la historia del pueblo guanche pero el texto iba más allá, era universal, un espectáculo acústico y visual notable que te transportaba a otro tiempo en el que el mundo fue formado y sus primeros habitantes tuvieron que aprender a respetarlo y convivir con él, un salto de lo particular a lo global que engrandece el espectáculo.
En cuanto desaparecieron del escenario poetas y músico hicieron su entrada en la sala tres percusionistas y dos bailarinas de Senegal que, desde el primer momento intentaron lograr nuestra complicidad.
Uno de los percusionistas se reconvirtió en cantautor y el maestro Abdou N’Doye ofreció cuatro canciones, dos de ellas en rigurosa primicia, pues pertenecen a su último disco, aún en proceso de grabación.
Aún quedan otras dos sesiones, los días 25 de abril y 2 de mayo, a las 20,30h, una buena oportunidad para encontrarnos con África y con nosotros mismos.


Crítica: Ana Joyanes

Pesadilla

El ruido de las botas se hace fuerte en mis oídos, cercano, más cercano, retiembla el suelo.
Agazapada entre las sombras rezo una oración estéril y trato de huir cerrando los ojos sin párpados.
Desde el vaivén de mi siesta de mecedora contemplo cómo los soldados suben por el quicio de la puerta como una guirnalda en movimiento sin fin hasta rodear la jamba y desaparecer en la bruma.
De perfil, el soldado del gorro frigio, lanza y escudo me hace una seña conocida y parto hacia la guerra, alcanzando a mis compañeros mientras mi cuerpo se integra en la greca, confiada en el orden marcial, dispuesta al combate dibujado en una jarra griega.
Algo falla. Las explosiones se suceden y el hedor del pánico devora la ciudad.
Gritos y lamentos me devuelven al combate real, al que me puede hacer morir, al que me avasallará. Si me dejo.
Gusanos se retuercen en mis tripas y siento que me desintegro, esperando que la disolución borre el espanto.
Pero veo las botas ominosas de mis enemigos avanzando en fila, pateando el asfalto humeante. Botas, humo, ruido. Ya están aquí.
Sólo nos separa el escaparate tras el que nos hemos refugiado y las botas están tan cerca…
Los gusanos de mi vientre quieren apoderarse de mi voluntad, me susurran que es mejor reptar, escapar fundida con el suelo, escamotear las pisadas con movimientos discretos, pero a mi alrededor hay tantos ojos aterrados que no puedo abandonar.
Me alzo entre los hombres, niños y mujeres, doy órdenes apresuradas. Las sillas, les grito, formemos una barricada. Y la barricada aparece, confiados bultos protectores entre el cristal y las botas, que se detienen frente a nosotros, disparando sus armas.
El estruendo de las ametralladoras me hiere el alma, y los gusanos se repliegan, quietitos, no sea que les alcance la muerte.
A mi lado una niña tiembla. Me tumbo sobre ella, bajo mi barricada de muebles.
Ya estás segura, me digo, hasta que el olor metálico de la sangre me ensucia.
No necesito comprobar que no se mueve, ni que su cuerpo blando ha desaparecido. La rabia me pone en pie, invulnerable, todopoderosa en mi locura de odio, herida en mi sueño de héroe protector, y me lanza contra las botas con fuerza irreal para arrebatarles un arma.
Cargo contra lo que queda de mis enemigos, me convierto en un asesino más.
Los gusanos han desertado. Sólo queda el dolor.

Texto: Ana Joyanes

Pesadilla

El ruido de las botas se hace fuerte en mis oídos, cercano, más cercano, retiembla el suelo.
Agazapada entre las sombras rezo una oración estéril y trato de huir cerrando los ojos sin párpados.
Desde el vaivén de mi siesta de mecedora contemplo cómo los soldados suben por el quicio de la puerta como una guirnalda en movimiento sin fin hasta rodear la jamba y desaparecer en la bruma.
De perfil, el soldado del gorro frigio, lanza y escudo me hace una seña conocida y parto hacia la guerra, alcanzando a mis compañeros mientras mi cuerpo se integra en la greca, confiada en el orden marcial, dispuesta al combate dibujado en una jarra griega.
Algo falla. Las explosiones se suceden y el hedor del pánico devora la ciudad.
Gritos y lamentos me devuelven al combate real, al que me puede hacer morir, al que me avasallará. Si me dejo.
Gusanos se retuercen en mis tripas y siento que me desintegro, esperando que la disolución borre el espanto.
Pero veo las botas ominosas de mis enemigos avanzando en fila, pateando el asfalto humeante. Botas, humo, ruido. Ya están aquí.
Sólo nos separa el escaparate tras el que nos hemos refugiado y las botas están tan cerca…
Los gusanos de mi vientre quieren apoderarse de mi voluntad, me susurran que es mejor reptar, escapar fundida con el suelo, escamotear las pisadas con movimientos discretos, pero a mi alrededor hay tantos ojos aterrados que no puedo abandonar.
Me alzo entre los hombres, niños y mujeres, doy órdenes apresuradas. Las sillas, les grito, formemos una barricada. Y la barricada aparece, confiados bultos protectores entre el cristal y las botas, que se detienen frente a nosotros, disparando sus armas.
El estruendo de las ametralladoras me hiere el alma, y los gusanos se repliegan, quietitos, no sea que les alcance la muerte.
A mi lado una niña tiembla. Me tumbo sobre ella, bajo mi barricada de muebles.
Ya estás segura, me digo, hasta que el olor metálico de la sangre me ensucia.
No necesito comprobar que no se mueve, ni que su cuerpo blando ha desaparecido. La rabia me pone en pie, invulnerable, todopoderosa en mi locura de odio, herida en mi sueño de héroe protector, y me lanza contra las botas con fuerza irreal para arrebatarles un arma.
Cargo contra lo que queda de mis enemigos, me convierto en un asesino más.
Los gusanos han desertado. Sólo queda el dolor.

Texto: Ana Joyanes

 
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