sábado, 31 de octubre de 2009

Nunca pierdes tu escencia










Da igual que me perfores, da igual que me atornilles. Mantendré mi esencia, mi personalidad.

Me reconocerás aunque me cambies el alma de acero, por una de yeso o de madera.

Me puedes limar la esquina que no poseo, o pulir la arista con la que no he nacido, seré la misma. Estaré fría o caliente cuando me toques, pero siempre seré una Esfera.





Better, butter: Edgard Allan Poe y Alexandr Solzhenitsyn

Debería guardar cama ahora que estoy en casa.
Duermo y leo a ratos.
La habitación me molesta. Nueva circunstancia en la que gana
ella.
No puedo echar a la habitación de casa.
Me detiene el demonio de la adversidad.
Esta mañana leí un fragmento suyo, publicación en algún diario
vespertino.
Y me detiene.
Y me lo llevo.
No creo que lo llamen incesto o perversión. Poe entre dos
volúmenes del Gulag.
Vuelvo al camastro. La manta a los pies del siguiente viaje.
Serás tú. Será Estambul.


viernes, 30 de octubre de 2009

Dos balas


Resbala la cerveza por las comisuras entreabiertas que nadie se atreverá a cerrar.
El estampido no lo sorprendió tanto como al resto de comensales. No tuvo tiempo.
¿Quién podía imaginar que alguien le hiciera cara?
El Chino disfrutó del magro, amargo resarcimiento en el silencio de plomo de las respiraciones contenidas.
Yo lo hice, yo… te maté, cabrón… he sido yo…
La segunda bala de su revólver penetró con limpieza en la sien.
Entonces, el silencio fue absoluto.

Texto: Ana Joyanes

¿Por qué Kafka era un mal escritor?



Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), tiró por tierra a uno de los escritores referentes del siglo pasado: “Kafka era un mal escritor; y él lo sabía”, dijo Mendoza.


Me gustaría saber quien ha leido al completo alguna de sus obras. Opina.

jueves, 29 de octubre de 2009

¡Claro que no se la chupo, es un viejo chocho!

- Papito no te preocupes, descuida mi amor, mañana te hago el giro. Que sí… que el pana este ya lo tengo camelado y nos caseremos pronto. ¡Te quiero mi vida! ¿Seguro que piensas en mí cada día? Que no me olvido, mañana a primera hora estoy en Western Union, justico lo tengo acá cerquita de casa. ¡Claro que no se la chupo... es un viejo chocho! ¡Que no te miento, mi amor! Bueno… solo alguna vez, ya sabes… cuando se pone pesado, pero nunca como a ti, con tanta salibita y tan jugosita. Necesitamos la plata mi amor… pronto agrarraré los papeles. Que sí… que mañanica estoy en Western y tienes la plata. ¡Cuánto te quiero!

miércoles, 28 de octubre de 2009

No hace falta que lo diga Bosé...

Miguel Bosé en la entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes a puesto otra vez de manifiesto en precencia de los Reyes de España que los artistas y los creadores están al borde de la extinción de la misma forma como lo está el rinoceronte blanco o el lince ibérico. Desde La Esfera Cultural ya hemos puesto de manifiesto la poca portección que tienen los creadores.

Los libros se bajan de internet con coste cero (una creación literaria que puede durar años). Los cines no recaudan pues antes de que se proyecten las películas en las salas ya circulan por la red. ¿A quien se le va a ocurrir producir una película?. Los músicos no venden un Cd ni regalándole con ellos un apartamento en la costa... malos tiempos para la lírica. 

Si anteriormente le decías a tu padre que querías ser artista y este moría de la impresión, me imagino ahora. Son tiempos para propuestas si no queremos quedarnos sin creciones, ni creadores.

martes, 27 de octubre de 2009

El vidente hambriento

11/04/2012
Un fantasma, eso es lo que parecía, un esqueleto, un moribundo.
Cuando me hablaron de él nunca imaginé que lo encontraría en esa situación.
Sí, es cierto, me habían advertido que no pasaba por su mejor momento, que se encontraba muy delicado de salud física y quizás mental, pero algunos le seguían recordando como el mejor.
Cuando lo vi sentado en aquella cama, con una vieja y roída bata abierta, mostrando sus salientes costillas, el pecho hundido encima, la piel blanca, reseca, las rodillas dos bolas deformes y prominentes destacando en el conjunto que formaban sus escuálidas piernas, los calcetines blancos rotos por los dedos, sueltos, sin tener carne y apenas una tibia finísima donde poder sujetarse. Su rostro enjuto y amarillo, barbudo... a punto estuve de darme la vuelta y salir de aquel oscuro y fétido cuarto, pensando que sin duda me había equivocado de lugar, de persona. Pero no, no me había equivocado, aquella cosa era Basil, el vidente. (...)

(El vidente hambriento, fragmento)

domingo, 25 de octubre de 2009

Ágora


Ésta es una de esas películas a las que entras con un sentimiento ambivalente. Por una parte, deseas ver el último trabajo de Amenábar, un director interesante y sólido. Una rareza en la cinematografía española. Por otra, desconfías de las superproducciones, que suelen prometer genialidad y dan espectáculo, tantas veces, vacío.

Además, las críticas no han sido muy favorables, tibias a lo sumo.

Ágora es una película sobre el fanatismo. Pero también sobre la relatividad, sobre el lugar que nos corresponde en el Universo, sobre los espejismos que nuestros sentidos nos hacen ver y que sólo una mente y un corazón abiertos puede hacer que se disipen los velos.

Pero, sobre todo, Ágora nos muestra con absoluta lucidez, cómo la ceguera que destruyó vidas y conocimiento hace más de un milenio es reconocible en nuestros días; cómo la Tierra y los que en ella nos movemos seguimos siendo ese pequeño puntito en el espacio que sólo cobra relevancia e identidad si te acercas mucho, no el centro del Universo.

La recreación histórica es buena, la puesta en escena, rica, detallista, los personajes, me quedo con Amonio, creíbles. La historia, vista a través de los ojos de Davo, el esclavo –como insiste el fanático Amonio-, acertada.

En Ágora no hay buenos ni malos, cada cual tiene su cuota de culpa. A unos les corresponde ser los provocadores, a otros los injuriados, a otros los cobardes, a otros los advenedizos. Al final, se repite la historia: los que más hostigan aplastan a los que intentan resistir.

Cristianos, paganos, judíos, todos sienten los agravios y todos se convierten en agresores en un momento u otro. Los cristianos se llevan la parte del león en cuanto a fanatismo y crueldad. Eso fue en los siglos IV-V dc. Desde entonces, el péndulo ha oscilado tantas veces que es difícil llevar la cuenta de quiénes ostentan en cada momento la suprema intolerancia.

El final se ha edulcorado, entiendo, de forma acertada. Poco o nada aportaría una dosis extra de sangre y vísceras al conjunto de una puesta en escena del sinsentido de la exaltación intransigente. Y el propio Amenábar ha apuntado que utiliza la lapidación como forma de poner el acento en el radicalismo que hoy en día se vive en tantos países, que utilizan, como entonces, la divinidad y el sentimiento religioso para aplastar y sojuzgar a sus semejantes.

Ágora no me ha dejado indiferente, en absoluto. No puede hacerlo: una historia bien contada, intemporal aunque inserta en un marco histórico, que te embute en los ojos la monstruosidad que alberga el ser humano y que disfraza de sentimientos elevados que arrojar contra el que piensa de otra forma, jamás puede dejar indiferente.

Crítica: Ana Joyanes

 
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