
Cuaderno de bitácora: 18 de julioVuelvo a poner a Metallica. Lo sé. El heavy no parece lo más adecuado para calmar la angustia y dar paso a la creatividad. Hay quien diría que justo lo contrario.Pero el sonido distorsionado de las guitarras, el golpeteo insistente de la batería, la voz de James, compiten con el tifón que resopla y desordena por dentro. Y ganan. Lo he intentado con Noa, lo juro, y con Ismael Lö, con Beethoven y Scarlatti–con Vivaldi ni se me ocurriría-, con Madeleine Peyroux, incluso con The Christians y su genial I found out. Calma pasajera, esa calma chicha que te deja a la deriva, que da más miedo que una tormenta que precisa de toda tu pericia, de lo mejor de ti, para capearla. Pero los escucho con remordimientos, como...