sábado, 8 de agosto de 2009

Olvidar

Propongo iniciar una nueva sección. O no tan nueva,tan sólo, inaugurar una nueva etiqueta: Microrrelatos.
Historias con menos de 100 palabras.
Venga, abro fuego.
¿Os animáis?





Olvidé que había olvidado.
Se me pasaron los días, feliz de no tener ningún reproche, ningún recuerdo.
Y ahora me traes de nuevo lo que ya pasó sin dejar huella en mi memoria.
No sé por cuánto tiempo se quedará ahí, en círculos, rumiando lo que pudo haber sido y no fue, pero ya sueño con volver a olvidarlo.


Ilustración: Joan Miro Le Marteau sans Maitre 1976
Texto: Ana Joyanes

miércoles, 5 de agosto de 2009

Corre soledad


No persigas a quien no te quiere. Siéntate a mi lado y cuéntame como puedes aparecer entre tanta gente. Como puedes anidar en una pareja de amantes. Dime por qué apareces a mi lado cuando no te quiero y en cambio no estás por mucho que grite tu nombre, cuando de verdad me gustaría sentirte. Ahora te tengo, te siento, pero no me importa, quiero hablar contigo, conocerte porque quiero conocerme yo. Quiero que me cuentes que hacer para disfrutar de ti, que seas mi compañera de viaje temporal, que no seas una carga si te siento a mi lado. Aprender a amar si tu estas a mi lado y no porqué tu estés a mi lado. Como hablar si no escucha nadie y como escuchar si nadie habla. Levanto un muro delante mío y lo atraviesas. Y no me encuentro solo. Dame fuerzas para conocerte, dame ganas de respirar a tu lado Quiero sonreír a pesar de que estés tú, quiero sonreír porque estás tú. Dame tiempo, y aunque nunca llegues a desaparecer de mi y yo te daré tardes libres y mañanas de extrañezas. No quiero superarte, solo quiero compartirte. Corre soledad, que mientras estés conmigo no estás sola. Sin tristeza, sin pena, sin mirar atrás, solo mirando a mi lado.

Texto: Daniel Fernandez
(daniel@dfsantos.com)

lunes, 3 de agosto de 2009

Regalar libros. Hay que tener dos cojones

Postear es una necesidad, pero diferentes circunstancias, sin que sirva ello como banal y repetida excusa, no me lo ha permitido en el último mes. “Fuera de juego” en una cama hospitalaria, la tecnología me permite en este momento conectar y hacer este post para La Esfera.

De los presentes que me han traído mis amistades y familiares, dos de ellos han sido libros. Interesante regalo y difícil elección en este tipo de circunstancia. Pongamos un ejemplo: A mi me gusta la música clásica, pero en momentos de bajona no me resulta beneficiosa, me hace interiorizar mucho. Tampoco estoy receptivo a escuchar en estos momentos música machacona o boleros, los sentidos están lastimados, rotos y perciben la música de forma muy diferente a la habitual. Me sucede lo mismo con la literatura, ahora la tengo desterrada, apartada y no me he animado a iniciar ninguna lectura, tampoco he solicitado que me traigan tras un mes ingresado nada. Pero unos valientes se han aventurado (realmente es una osadía) a regalarme dos libros. Uno es “La venganza es dulce. Y además no engorda” de Gervasio Posadas, el cual estoy leyendo por cortesía a quien me lo regaló; y para mi asombro me está entreteniendo, en contra de los perjuicios que me planteaba el autor y su sinopsis. Trata de un cuarentón, desanimado por su precariedad laboral y su poca expectativa de felicidad, que decide inscribirse en un carísimo master empresarial, para codearse con la jet de los ejecutivos más importantes del país. En el transcurso de las clases se percata que el dueño de la escuela es el causante de sus males y emprende una cruzada contra alguien más poderoso, influyente, más fuerte, listo que él.

Y el otro título que me regalaron es “La crisis Ninja y otros misterios” de Leopoldo Abadía, un Ingeniero Industrial de 76 años, conferenciante y profesor de Estudios Superiores que intenta explicar la crisis de forma amena. Un tipo cachondo padre de 12 hijos y abuelo de 38 nietos. Todo ello dice mucho del autor. Mis amistades, aún estando enfermo, no me ven fuera de la actividad emprendedora. Este segundo libro no lo he empezado aún.

Cuando los termine, haré mi valoración de los mismos. Pero lo que sí valoro ahora es la valentía de regalar un libro en estas circunstancias. Me recuerda la vez que estaba en el Corte Inglés y una chica se acerca al dependiente y le dice ¿Qué libro me aconsejas para regalarle a mi jefe? El vendedor preguntó sobre la personalidad de su jefe y la respuesta de la chica tienen ustedes fortuna de no haberla escuchado. No tenía puta idea. Felizmente yo no me encontraba en la piel del pobre vendedor.

Francisco Concepción Alvarez

domingo, 2 de agosto de 2009

En la lluvia


Culebrea ante mí como una salamandra ciega, plateada y escurridiza, que cambia de dirección para sortear los obstáculos que se le plantan por delante, a un lado, a otro, en sinuoso ziz-zag.
Mis lágrimas se confunden con las gotas de lluvia que resbalan por el parabrisas, los contornos del mundo se difuminan.
Aprieto el acelerador, las curvas se me echan encima, el asfalto, con su piel de reptil me reta a seguir su espinazo retorcido. Las luces de los coches que se cruzan conmigo levantan ráfagas de colores fragmentados que me ciegan más que el llanto; la voz que grita en mi interior por encima de la música de la radio me aturde y sólo quiero correr, atrapar la cabeza de este monstruo huidizo que me marca el camino.
-¿Por qué te has ido?
El volante es liviano entre mis dedos, el pecho me pesa, la carretera no tiene fin. Deprisa, más deprisa, más…
-¿Por qué te has ido sin mí?
Piso el acelerador, seco mis mejillas con el antebrazo. Ya no lloro. Los faros de un tráiler se hacen cada vez mayores, vienen a mi encuentro. Ahora veo con claridad. Por fin, el final del camino, por fin el descanso, sólo la luz.
Pero doy un volantazo y regreso a la oscuridad viscosa e interminable de la carretera, temblando, conteniendo la respiración, olvidando por unos segundos que deseo morir contigo.

Texto: Ana Joyanes

 
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