sábado, 4 de abril de 2009

En el camino

Ya estoy en el camino, ya no puedo parar, ayer lo vi, ayer, después de diez días casi sin dormir, con el estómago a reventar, la cara hinchada, ojeras... Fue ayer, después de un sueño donde alguien se comía a un feto. Después de que Rimbaud volviese a mí. Después de ordenar la prosa con un porro fumado como si fuera una máscara de oxigeno que me devolvía la vida. Después de recuperar la creencia en la sencillez de la palabra; en la rectitud de la poesía limpia; en mí. Mi temporada en el infierno terminó, ahora comienza mi temporada en el experimento. Así me tomaré lo que me quede de vida, como un doloroso y mal pagado experimento. Y grito, ¿NO ME OYES?, estoy gritando de alegría mientras lloro. Y río, ¿no me oyes?, estoy riendo de tristeza...

En el camino

Ya estoy en el camino, ya no puedo parar, ayer lo vi, ayer, después de diez días casi sin dormir, con el estómago a reventar, la cara hinchada, ojeras... Fue ayer, después de un sueño donde alguien se comía a un feto. Después de que Rimbaud volviese a mí. Después de ordenar la prosa con un porro fumado como si fuera una máscara de oxigeno que me devolvía la vida. Después de recuperar la creencia en la sencillez de la palabra; en la rectitud de la poesía limpia; en mí. Mi temporada en el infierno terminó, ahora comienza mi temporada en el experimento. Así me tomaré lo que me quede de vida, como un doloroso y mal pagado experimento. Y grito, ¿NO ME OYES?, estoy gritando de alegría mientras lloro. Y río, ¿no me oyes?, estoy riendo de tristeza...

jueves, 2 de abril de 2009

¡Ya vuelven!

Ya vuelven. Y no sé dónde esconderme. He intentado mantenerme en silencio, discreto. Habría jurado que podría pasar desapercibido pero no, tuve que soltar esa parrafada en arameo.¿Cómo reprimirme cuando te ignoran, cuando actúan como si no existieras, cuando están convencidos de que no existes?Antes bastaba con una viruela mortal, o una buena guerra de religión o un terremoto. Algo, lo que fuera.Antes era temido, casi tanto como Él, a veces, más que Él. Pero cayó en desgracia y, acto seguido, yo. ¿Quién necesita un Dios cuando tiene de todo a golpe de tarjeta de crédito? ¿Quién necesita creer en los milagros cuando el Discovery Channel les clava en los ojos la creación explosiva del Universo? ¿Quién se sentirá amenazado por un diablo que se ha quedado sin enemigo?Debo estar quieto, ni una...

¡Ya vuelven!

Ya vuelven. Y no sé dónde esconderme. He intentado mantenerme en silencio, discreto. Habría jurado que podría pasar desapercibido pero no, tuve que soltar esa parrafada en arameo.¿Cómo reprimirme cuando te ignoran, cuando actúan como si no existieras, cuando están convencidos de que no existes?Antes bastaba con una viruela mortal, o una buena guerra de religión o un terremoto. Algo, lo que fuera.Antes era temido, casi tanto como Él, a veces, más que Él. Pero cayó en desgracia y, acto seguido, yo. ¿Quién necesita un Dios cuando tiene de todo a golpe de tarjeta de crédito? ¿Quién necesita creer en los milagros cuando el Discovery Channel les clava en los ojos la creación explosiva del Universo? ¿Quién se sentirá amenazado por un diablo que se ha quedado sin enemigo?Debo estar quieto, ni una...

miércoles, 1 de abril de 2009

La Sepulturera

En el momento que fueron soltando las sogas y el cuerpo de mi madre fue bajando a la fosa, ya no miraba, sabía que mi madre había partido y que dentro de aquel ataúd solo había un cuerpo amarillo y desconocido. Yo era aún una niña y observaba fascinada aquel entorno, las frías lápidas, los claveles marchitos, el dueto de silencio y sollozos que gobernaba aquel cementerio. La atmósfera me atrapó. Fue el instante que marcó el norte de mi vida. Pasó el tiempo y crecí y cuando mis amigas salían a divertirse, prefería ir a pasear al cementerio y disfrutar de los epitafios de los difuntos. Cuando mi grupo iba al cine, yo prefería la película del camposanto, las escenas de dolor, el desgarro de las familias, el acto del último beso, las súplicas a...

La Sepulturera

En el momento que fueron soltando las sogas y el cuerpo de mi madre fue bajando a la fosa, ya no miraba, sabía que mi madre había partido y que dentro de aquel ataúd solo había un cuerpo amarillo y desconocido. Yo era aún una niña y observaba fascinada aquel entorno, las frías lápidas, los claveles marchitos, el dueto de silencio y sollozos que gobernaba aquel cementerio. La atmósfera me atrapó. Fue el instante que marcó el norte de mi vida. Pasó el tiempo y crecí y cuando mis amigas salían a divertirse, prefería ir a pasear al cementerio y disfrutar de los epitafios de los difuntos. Cuando mi grupo iba al cine, yo prefería la película del camposanto, las escenas de dolor, el desgarro de las familias, el acto del último beso, las súplicas a...

 
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