viernes, 13 de noviembre de 2009

Dismetría

Busco la hoja en mi bolsillo con desesperación, con miedo a que no esté ahí. Quiero escribir que dos negros jóvenes pasan y me miran y que una blanca camina y su cadera sube más del lado izquierdo. Estoy con Pedro Juan y su Rey de la habana con su pinga gorda repartiendo leche. Estoy con Rey y con Magda llenos de mierda y de hambre y de templadera. Una mosca en la mesa bebe mi vino blanco. ¡Salud! Pasa un viejo y sus brazos al caminar cuelgan y se balancean como los míos. ¿Seré así de mayor? ¿Mono petudo como él? Pasa una silla de ruedas con una mujer sentada que abre la boca, mira perdida y el sol le brilla en el cráneo. Empujan la silla dos que no están. Son las tres de la tarde, hace calor y todos los comensales del mundo se emborrachan.

Si no las quieres

Empieza a darle vueltas al plato de lentejas y delante tiene a su padre que todavía no ha probado bocado. Ninguno de los dos lo ha hecho: uno porque no tiene hambre y otro esperando. De vez en cuando levanta la cabeza y sigue dando vueltas con la cuchara, mira a su padre, que empieza a ponerse tan nervioso como siempre, sigue dando vueltas y baja la mirada, como buscando algo en el plato. Nadie todavía ha empezado, la madre anda lloriqueando porque ya está bien que todos los días nos pongamos igual con la comida, el uno por el otro, por cabezonería, por orgullo, que si el niño no quiere comer, que no coma, verás como cuando tenga hambre se come lo que haya en la mesa, y sin rechistar, ah, verás, verás, pero es que no le dejas respirar, que si yo fuera él, tampoco comía, sólo por no darte el gustazo, porque vaya un entretenimiento tonto te has buscado y vaya unas ganas de andar enfadado todo el día, ¿que no quiere comer?, ¡pues que no coma! El padre consigue no hacer caso a toda es palabrería absurda y estúpida. No entiende cómo pudo enamorarse de su mujer, siendo él un hombre de tanta clase y ella tan básica y corta. Lo piensa así, sin filtros, sin compasión. Lo piensa y no queda ya lugar para el arrepentimiento, como antes, para el perdón. Se reconoce algunas veces que exagera con el tema, que debería relajarse, que no puede malgastar toda su energía en pequeñeces de ese tipo. Pero se lo ha llevado al terreno de lo personal y la autoridad y ya no puede bajarse del burro. No, esa es una expresión que usaría la ridícula de su mujer. Bajarse del burro. Bajarse del burro. Siempre con esa manía de hablar por hablar, de usar el refranero. Mientras piensa eso, su mujer, alegre, dice: ¡hijo, si no las quieres, las dejas, que es comida de viejas! Nadie sonríe. El padre dice: no tiene gracia. Y coge el plato de lentejas y se lo tira por la cabeza al hijo. No le tira el plato sino que le da la vuelta cuando lo tiene ya preparado, dejando caer todo el contenido sobre el niño. Se comporta éste como intuye que esperan de él. No llora, no grita, no se levanta. Sólo saca un poco la lengua, por curiosidad. A lo mejor sí le gustan.

Imagen: Plato (Jesús de Perceval)

Texto: Fusa Díaz

jueves, 12 de noviembre de 2009

Bastó un simple empujón




Rodaba y tenía el tiempo marcado. Tic-Tac, Tic-Tac. Directo al infinito. La cabeza se convertía en pies, los pies en cabeza. El seis en nueve ¿El nueve en seis? Tic-Tac, Tic-Tac. Bastó un simple empujón.





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La contradefensa de la lectura

Leo mal, últimamente.
Me frenan los ensayos y más las novelas.
No es falta de inquietud.
Solamente es que no llego a las páginas.

Mentira.
No tengo inquietud por nada que esté grabado o impreso.
No importa el formato.

Me gustan sin embargo los percheros de aquellos diarios extra, extra, extra.

Me hablan de una librería con más de cien libros en idioma inglés;
de un Londres de los años 50.

Trato de distraerme con los relatos de cocina y los cuentos de Cunqueiro.
Otra vez más, Cunqueiro, como aquel otro, ha llegado sin hora.

¿Avisando? Da lo mismo que se haya anunciado o no.
Cunqueiro y aquella librería con cien ejemplares en un Londres adonde se viajaba para cuidar niños y robar libros.

Ruegos y Preguntas


Hoy recuerdo aquel viaje que no sé si ocurrió a cierta ciudad que ni siquiera sé si existe -los viandantes con vértigo a las aceras, las carteras desbordadas con sus prisas, la ausencia de sonrisas por las calles, los abrazos que se reparten mutuamente las farolas y la brisa.
Recuerdo el semblante de sus caras al pasar indiferentes, con gesto blanco. Los bancos de los parques, como ausentes, las estatuillas mohosas sonrientes, las calderas y acondicionares de espaldas a la calle, las huellas repisadas de los caminos fáciles, y la entrada portentosa al cementerio.-
Lo que más recuerdo, esas portezuelas, esos pasadizos oscuros, esos huecos abiertos en las tumbas por donde podías deslizar tus ruegos y preguntas a los muertos; que casi nunca se pronuncian.

Texto: Hipodemo
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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Últimas palabras

En una de las salas metieron a los familiares de la víctima. En otra de las salas, a los familiares del que, en cuestión de minutos, iba a morir. Él lo sabía. Le avisaron. No sabía en cuál estaban los suyos y por eso no sabía a quién le dirigía la mirada de odio y la mirada de lástima. En cualquier caso, pensó, qué más da ya. Pero en el fondo sí que daba. Claro que daba. Aquél era, quizá, el momento más importante de su vida: el de su muerte. Y con aquel desenlace iba a dejar una huella eterna en aquellos que lo estaban presenciando. En unos -quién sabe cuál de las salas- el de alivio y en otros el de pérdida. Unos segundos antes le preguntarían si quería decir sus últimas palabras. Antes de que lo sacaran de la celda un tipo con el que había hecho amistad se acercó y le dijo: te lo aviso por si quieres prepararte algo, te preguntarán si quieres decir tus últimas palabras. Y se lo agradeció. Qué estupidez, pensó después, agradecer eso. Y sin embargo sabía que lo había hecho en un acto de buena fe. Por eso quizá le salió el gracias sin darse mucha cuenta. No sirvió de nada, pensó ya sentado en la silla, porque estuvo masticando eso de: tus últimas palabras, y no fue capaz de pensar con claridad ni de decidir qué diablos quería decir para concluir. ¿Algo trascendental? Se le pasó incluso por la cabeza contar un chiste. Pero le pareció excesivo. Cuando se le acercaron para preguntarle si quería decir algo, contestó secamente: sí. Y, dentro de ambas salas, las cabezas se pusieron más cerca del cristal para prestar atención. Dijo algo. Después del sí, dijo algo. Pero nadie le entendió. Se miraron unos a otros y la madre del tipo estuvo a punto de ir a la otra sala para ver si ellos se habían enterado. Ingenuamente pensaba la mujer que era un mensaje para ella, un mensaje de amor. Aunque finalmente no preguntó.

Fuente de la imagen:
Dios la perdone: Y era su madre,
Francisco de Goya y Lucientes

Texto de Fusa Díaz

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Tus mil nombres

Ni siquiera tu verdadero nombre. No quiero saberlo. Prefiero improvisarlo cada vez que mi piel te invoque. Conocer de ti lo que me hace vibrar es lo único que necesito saber.

Revivir la imagen de tu cuerpo desnudo exigiéndome los gemidos de pasión que pago gustosa sabiendo que tus manos van a encontrarme en cada poro, en cada curva y pliegue. Estallar una y mil veces en ti, por ti, para ti, contigo.

Recordar el color de tus ojos que son mi cielo cuando me cubres; tu voz que electriza el vello de mi cuello; tu lengua exquisita que se lleva lo mejor de mí; tus pies que no se extravían en el camino del deseo.

Imaginar tus nombres en las noches solitarias, cuando los libros ya no acompañan y la almohada cambia de textura con tu aliento mágico, cuando desde la distancia de las nubes me posees.

Te contaré los dientes, las pestañas y los cabellos, esos serán los únicos números que guardaré de ti, los únicos datos que apuntaré en mi agenda al lado de la dirección de tu nuca. Tanto da que seas poeta o barrendero, militar o mecánico, eres un hombre.

Nada más quiero saber de ti.

Y al irte, no hagas ruido ni cierres la ventana, deja que, en la duermevela, la brisa me obligue a encontrar tu calor impregnado aún en las sábanas de mi lecho.

La Grandeza de los VICIOS (Crítica)



Algo que te impacta de este blog es su cabecera. Cuando lo visitas te “topas” con un impactante camaleón verde sobre un teclado de ordenador. Y luego te dejas llevar por su contraste, con el reinado del verde sobre el blanco. Pasado este primer contacto, empiezas a preguntarte que hay tras esos colores y tras ese título. ¿Los vicios tienen grandeza? Según este blog sí.
En su presentación, La grandeza de los Vicios, hace una declaración de intenciones como que pretende apoyar, difundir y compartir las diferentes formas de expresión del mundo de la cultura, sobre todo a los más noveles, con menos capacidad para llegar a los medios de difusión principales, etc.
El blog es una plataforma para obtener apuntes sobre grupos musicales poco conocidos y bajar su trabajo. Álbumes completos y de forma muy sencilla. Los post son muy escuetos, muy visuales y siempre acompañados por las carátulas de los trabajos. Todo tipo de información adicional la tienes que buscar tú. Idóneo para aquellos que buscan simplemente hacerse con la música y punto. Ya bastante literatura existe en internet.
Tampoco solo de música vive el hombre, por lo que también podemos bajar libros enteros y muy actuales. Un ejemplo podría ser la saga Millenium, por si estás a “dos velas”. Siempre con sus portadas y breves apuntes.
Las actualizaciones del blog suelen ser cada tres días aproximadamente, y un elemento destacable son los recopilatorios mensuales de música que realiza, con diseño exclusivo de portada, etc, que de igual manera puedes bajar.
Resumiendo: Blog poco especializado, de poca participación y debate por parte de los visitantes, pero con un importante número de visitas. Música, fotografía, erotismo, literatura, fetichismo... y en general todo tipo de VICIOS, que te pueden salir no muy caros. Un blog, que pienso, lo visitaré en más de una ocasión y que me dejaré llevar por las sugerencias musicales. Y ahora que no escucha nadie, creo que bajaré algún álbum. Libros pienso que no. No me gusta leer en la pantalla.






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lunes, 9 de noviembre de 2009

Una buena noticia para La Esfera Cultural



Google nos ha subido el Pagerank de La Esfera Cultural de 1 a 3. Realmente esta circunstancia nos da ánimo para continuar. Durante estas semanas se ha trabajado duro en los contenidos, actualizaciones, enlaces, buscadores y diseño… e incluso en incluir nuevas secciones (aunque todavía tenemos más en la recámara). Y se ha visto el fruto.
Parece que estamos ganando relevancia en Internet y hablando de cultura, resulta un gran logro. Competir con páginas de cotilleo, porno, de contenido visual o de fácil asimilación no es tarea fácil.
Si no sabes de que te estoy hablando con esto del Pagerank, puedes leer el artículo completo en: http://es.wikipedia.org/wiki/PageRank. Tampoco creas que nadie se aclara mucho. Nadie tiene la fórmula matemática para ascender en dicha escala.
Y todo gracias a ti. La Esfera Cultural sigue abierta a la cultura en cualquier manifestación. La ventana para los escritores y para los que sueñan con serlo.

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Mi amor


Cuando bajé del tren hacía frio, mucho frio.
Me esperaba una convivencia incierta, desconocida y delicada, no la había visto en mi vida, ¿sería dulce y hermosa, o el prototipo de bruja de las pesadillas de mi niñez?.
Cuando ábrió la puerta creí ver el cielo, me extendió la mano y me dijo al oido, ¡que bien que llegaste!, te preparé un café bien caliente y unos deliciosos scones con mermelada.
No había sentido una mano tan cálida y acogedora en mis cuarenta años de existencia, me fué conquistando tan lentamente que todo mi ser vibraba acelerado y lleno de una intrigante curiosidad.
Fué metiendose dentro de mí de tal manera que confundía su piel con mi piel, que miraba por sus ojos y me movía con y por sus pensamientos, su olor hacía latir mi corazón, su voz era mi alimento, su cuerpo mi felicidad y su risa la única razón de mi existencia.
Es posible querer tanto...
Es posible morir haciendo el amor y resucitar mirandola...
Hoy he muerto amándola, pero mi vida está muerta.

Andama, la reina mala (X)

Como si fuera un sueño, una neblina de polvo recorría el barranco, que se desprendía de las grandes paredes, que ahora quedaban atrás, para abrirse en una inmensa llanura, queriendo abrazarse al mar, que ya se divisaba desde lo lejos. El millar de cabras invadía las tierras bajas, como un carnaval de intensos olores. El canto desafinado de las hembras, que replicaban, a modo de coro, la llamada del macho, llenaban el espacio, como lamentos burlescos de una murga embriagada. El aire se espesaba con el olor penetrante de los animales, que salpicaban el paisaje con sus colores amarillentos, ocres y marrones, rompiendo la monotonía de las piedras grisáceas del barranco y el verde de los balos, tabaibas y ahulagas. Acostumbrados a las tierras altas, en el llano los pastores se sentían vulnerables, indefensos ante cualquier peligro. Los achicaxnas que trabajaban los campos de cultivos lo respetaban, sabían que eran muy habilidosos en el manejo del palo y el garrote, eran orgullosos y a veces soberbios; pero, también, sabían que eran la cantera de donde salían los mejores guerreros, en los que descansaban su seguridad ante las amenazas.

Los cuerpos, sudorosos por el fuerte calor y el duro trabajo, mostraban una morenez brillante que parecían salir de sus tamarcos a medida que descendían de las montañas al llano, y ascendía la temperatura a lo largo de la mañana. El rostro de Dácil tenía un atractivo camuflaje. Su piel oscura y brillante se embarraba con el sudor y el polvo, dándole un aspecto realmente guerrero. Hacía algún tiempo que había perdido aquel semblante serio. El esfuerzo casi no le afectaba, contagiada por una alegría desbordante, iluminada por una sonrisa y una mirada que deslumbraba. Sus silbidos y gritos se mezclaban con su risa contagiosa y juguetona, cómplice de las locuras de Taré. El joven bárbaro siempre hacía de las suyas, ante las sobresaltadas cabras que, sin embargo, siempre reclamaban su compañía, especialmente los pequeños baifos, acostumbrados a sus juegos y tiernas caricias. A los pocos meses de convertirse en pastor, su comportamiento había cambiado. Ahora era más maduro y sus sueños más nítidos, aunque, en ocasiones, volvía a la adolescencia para recuperar sus traviesas manías.

No podían saberlo

Se colocaron frente al tipo que tenía una lista en la mano y esperaron pacientemente. Eran los familiares y amigos de los que habían muerto en el accidente de avión. O de los que no sabían si habían muerto o sobrevivido. El tipo carraspeó un momento como haciendo cinematográfica la situación y todos le odiaron. Dijo: recuerden, voy a decir los nombres de los que se han salvado. Repito: los-que-se-han-salvado. Alzando un poco la voz. Todos asintieron y pensaron, preparándose para la retahíla: que digan su nombre es buena señal, que diga el nombre... Teresa, Teresa, Ricardo, Manolo, Teresa, Manolo, Manolo, Ricardo. Todos repetían el suyo, el que por unos instantes les iba a pertenecer, como si temieran un olvido o una confusión. El tipo empezó a recitar nombres como si fuera algo hermoso, como si detrás de toda esa lista no se escondiera un centenar de malas noticias. Los padres de Mateo no escuchaban el nombre de su hijo y no dejaban de pensar que estaría un poco más abajo. La madre miró al padre y dijo: quizá sea el último. Y el padre asintió, sintiéndose por primera vez en días esperanzado. Pero no lo dijo, el nombre de Mateo no sonó por la voz ridícula del elegido para la tarea y, sin embargo, no todo estaba perdido: el tipo se había equivocado. ¡El tipo se había equivocado! La lista era de los que habían muerto y todos los que sonreían y lloraban de emoción acababan de perder a un ser querido. O a dos, o a tres, o a cuatro. Pero todavía no podían saberlo.

La fórmula revisada






Revisión fórmula Esfera:  Francisco Concepción

domingo, 8 de noviembre de 2009

La fuente

En el parque, entre las cañas de bambú, hay una fuente donde el agua es lanzada a distintas alturas, las columnas cristalinas se curvan en su cúspide para luego estamparse contra la superficie erizada del estanque. La gente se sienta a su entorno y, aunque hablen, sus voces no se oyen de un banco al otro, por lo que algunos van allí en busca de un poco de soledad en el silencio estridente, otros para dar besos insonoros, y otros simplemente van por estar.
Un hombre ha llegado, se ha sentado bajo la sombra de la pérgola y se ha aflojado la corbata. Sus hombros parecen cargar un pesado lastre, tal vez no debió comprometerse con algo, o ha tenido que renunciar a demasiadas cosas. El golpeteo incesante del agua parece aliviarlo, o habrá podido al fin mirar dentro de si, son miles de gotas las que proyectadas al aire luego caen. Quizá el sonido le recuerde al salto de un arroyo, de esos, cuyo cauce se alborota con las lluvias recién caídas, y donde el agua altanera se deja llevar sin preguntarse el sentido de su huída al mar.
El agua de la fuente sigue palmoteando en el estanque, más que ofrecer aplausos de gloria parece querer romever la sangre de nuestros corazones a un ritmo más líquido. Y cuando se abandona el lugar la arboleda del parque, o los gritos de los niños jugando, cobran un sensación diferente, amplificada.
Unos días después vi aquel hombre en la prensa, fotografiado entre varios, pero sólo él tenía los labios prietos y la mirada viva, conciente, como la de los cronistas o los testigos en los momentos históricos que trascienden. Un atisbo de desesperanza retenía su sonrisa. En cambio los demás hacían poses arrogantes en la tarima, con sus caras relucientes y sus risas de feria.


Texto: Dácil Martín

Encuentros

El viento silbaba entre los árboles, se hacía oír desde la cabecera del barranco hasta llegar a nosotras y depositar las hojas secas que íbamos pisando durante el camino. Mientras ella no dejaba de hablar, de contar, y yo me preguntaba por qué las imágenes de sus historias se adelantaban a sus palabras, cuando eran pocos los minutos que habían pasado desde nuestro primer encuentro casual. Era una mujer desconocida para mi, habíamos coincidido a la vuelta de un paseo y, sin embargo, andábamos juntas sin noción del tiempo por aquel hermoso sendero al borde del cauce y que nos llevaba hasta el puente que unía la dos orillas. "Al querer controlarlo todo, me resultó difícil dejarme llevar", me decía. Hablaba gesticulando con sus manos como dos abanicos, a la par lucían también sus pendientes largos de gitana, y nos echábamos a reír. Unos eucaliptos enormes aferrados en la ribera húmeda batían sus ramas como sonajeros. "Lo que te pasa es un indicio, hazlo fluir y verás con otros ojos...", continuaba diciéndome. Luego nos despedimos. Yo crucé el puente y me volví para verla pero había desaparecido tras la curva del camino, y me asusté por seguir entendiéndome con ella sin la necesidad de más palabras.

Texto: Dácil Martín

sábado, 7 de noviembre de 2009

El que peor huele


A veces digo: como a las seis ya estoy despierto, me voy a pescar. Y a veces digo: para ir a pescar uno tiene que levantarse pronto. Pero lo cierto es que elegí este pasatiempo porque era el único que precisaba mi puntualidad y mi compromiso y mi paciencia y mi regularidad. El insomnio reúne esas particularidades también. El mil veces maldito insomnio. Y eso, que se tiene uno que levantar pronto y quedarse parado con la caña echada al río, eso y nada más, es lo único que sé de la pesca. No llevo anzuelo, no sé cómo se lanza el hilo, no sé a qué estoy esperando ni cuándo debería retirarme. Que uno debe madrugar es todo lo que sé, todo lo que necesito saber. Cuando se hace de día, me paso por el mercado a primera hora y compro un pescado, el más grande, el que mejor color tiene, el que peor huele. Y, antes de que todos se despierten, lo pongo sobre la mesa. Se queda ahí reposando, repartiendo justamente su apestoso olor por toda la cocina. Lo más hermoso del asunto es que, aunque todos en casa saben de mi estupidez, nadie me dice nunca nada.



Calor

El calor era infernal. Sudaba a mares. Tenía la garganta reseca. Apenas sí podía respirar. Desesperado, se despojó de  toda la ropa  y  corrió fuera de la casa, hacia el frondoso jardín, buscando con ansias el vivificante frescor del agua.
Ya se lanzaba de cabeza a la piscina cuando despertó.
No tuvo  siquiera tiempo de espantarse.
El pavoroso incendio desatado en el dormitorio por la colilla del último cigarrillo que había consumido, devoró su cuerpo con inusual presteza.


viernes, 6 de noviembre de 2009

Laurielle en El Jueves!!!!


Lo óptimo es enemigo de lo bueno.
Por buscar lo óptimo –encontrar una imagen del trabajo de Laurielle en El Jueves de la semana pasada- he tirado por el retrete lo bueno –hacer la reseña a tiempo para que compraseis El Jueves.
Thud… thud… thud… (cabezazos contra la pared)
Así que solo me queda excusarme y decir que Laurielle, una de nuestras ilustradoras favoritas, publicó tres paginazas en el número del 30 de octubre de El Jueves.
Nada más y nada menos que el artículo final, “la guinda”.
Si podéis conseguir un ejemplar, no os lo perdáis. Merece la pena.
Si no, daos una vuelta por www.elvosque.es: seguro que me perdonáis la metedura de pata. Palabra.

Información y excusas: Ana Joyanes

Cuando cayó el comunismo

U2 en Brandemburgo.
El muro se deshizo hace veinte años.
Pienso que siento
que han pasado sólo diez.

We'll meet in Berlin.
In June 2.010

Still 2.009

Recuerdos



Sabía que a su padre no le gustaba verlo llorar, era un hombre y los hombres no lloran. Sus lágrimas eran espesas, como la vida que dejaba su madre tras de sí. Una vida de silencios resignados tras cortinas, encerrada en una casa sin calor, tumba irrespirable sin flores. Los colores de sus ojos, azul y pardo, que tanto había llamado la atención en el pueblo, parecían, ahora, derretirse y descolorarse, inundando las pecas incrustadas en su blanca piel. Sus cuarenta dos años surcaban su rostro sembrando un odio entumecido por la frialdad de la vida que le cayó en suerte. Frente a él, un padre acostumbrado a serlo. De mirada certera, de gatillo fácil, orgulloso de matar moros en la Guerra de Marruecos, a los que contaba junto a las cabras que había desgollado sin diferenciar los unos de las otras. El Macho del Bailadero Hondo, moreno de cuerpo y alma, amaba más a los animales que a sus semejantes, al fin y al cabo, sus más de seiscientas cabras le daban un nombre respetado entre aquellas montañas, además de por su habilidad con el naife, que siempre lucía en su cinturón. Muchos no llegaron a terminar la partida y se encontraron perdidos en los charcos de ron y sangre sobre el uno de basto, pero sus crímenes de guerra y paz se sepultaban en silencios bajo el temor y el miedo, cuando las lágrimas temblorosas se ahogan de rabia avergonzada. Sus pequeños ojos, casi cerrados confundían a sus víctimas incapaces de diferenciar la vigilia del sueño. Guillermina, hermana de la difunta, se sentaba al lado de su sobrino, sin perder de vista los ojos de su solterona hermana menor. Como una cáscara dura y amarga las telas negras enfundaban a aquellos seres desde los pies hasta la cabeza. Eran como almas penitentes que solo se liberaban al morir. En los huecos asomaban sus rostros empalidecidos y arrugados, inmóviles como la desesperación cuando se adormece. Parecían insensibles al dolor y desprendían un extraño orgullo, oculto por los silencios y los secretos de noches inconfesables. Y cuando llega la hora Guillermina se levanta para cerrar el ataúd para siempre, porque siempre estuvo cerrado. La hermana menor mira tensa a su otra hermana queriendo mirar a la vez a su cuñado, sin poder controlar un ligero temblor que recorre sus manos y su cabeza, censurado por la mirada de Guillermina que no flaquea. Las miradas persiguen sus lentos pasos hasta la difunta, con semblante sereno y sus manos juntas. Los latidos golpean con fuerza y de sus labios se desprende una sonrisa como despedida, antes de abrazarla entre sollozos. Nadie vio la mano que buscó en el bolsillo de su rebeca, la caricia sobre sus frías mejillas, la foto sobre sus labios, antes que el golpe cerrara la tapa, la tierra cegara la luz y las flores los escondieran. Ya nadie podría verlos: a ella sonriente en el ataúd, a él con sus ojos azul y pardo en aquella foto de hace más de cuarenta y dos años.

La tormenta en un vaso


El niño que aplaude en su escondite” a “la polla más grande del mundo”, se siente culpable por ello y le amenazan con el “Kebrantaversos”. Pero como un “perdedor se levantó con ganas de pelear” y dejó “escrito en el viento”: “Mi sonrisa sangra”,  porque "los tipos duros no escriben blogs".


 Selección Blogs y texto: Francisco Concepción


jueves, 5 de noviembre de 2009

Forma parte de nuestra cultura. Feliz 40 Aniversario


No mientas y disimules… sé que conoces de sobra a todos los personajes de Barrio Sésamo: Epi y Blas, la Rana Gustavo, Coco, Elmo, Tricky el 'Monstruo de las Galletas', aunque presumas de vivir en la era digital, leyendo en este blog, has sido vecino de ese barrio, te nutriste de sus enseñanzas, reíste y posiblemente también lloraste allí… Fue un 10 de Noviembre de 1969 cuando todos estos achuchables y divertidos personajes se colaron por primera vez en las casas de los norteamericanos a través de la televisión. Ocho años después, en 1977, llegaron a España y son parte de nuestra cultura. 

Aunque lo niegues en tus comentarios, no me creo que no hayas vivido en Barrio Sésamo.

Feliz 40 aniversario.



lunes, 2 de noviembre de 2009

Un soplo de vida (ClariceLispector )



Reconozco que podría haber ocurrido todo lo contrario: que, al leer esta novela de Clarice Lispector, una reflexión íntima del personaje que crea a Ángela Pralini y la misma Ángela Pralini sobre el acto de escribir o, en el segundo caso, el acto de ser escrito, podría haber ocurrido, como digo, lo contrario: que no quedara ya nada más por escribir, que ella lo hubiera dicho todo, que un diario a dos voces entre creador y creado fuera lo último que podría decirse acerca de la escritura, del papel en blanco, del temblor de la pluma. Y, sin embargo, sin embargo un milagro: lees, devoras, vives y, aunque sabes que nadie arrojará sobre un mismo tema tanta claridad, y precisión sufres unas irrefrenables ganas de escribir. Y Clarice te lo advierte, te dice que tiene miedo de escribir, a través de la confusión del escritor que ya nada sabe de la frontera entre la realidad de Ángela y su propia aportación a un cuerpo sólo literario,que es peligroso escribir, que se hurga en lo que está oculto y que ocultas son tantas las raíces que se sumergen bajo la capa sencilla de la vida y bajo el mar, te dice que para escribir debe instalarse en el vacío y, sin miedo, uno lee y desea ese vacío, ansía el momento de llenarse de ese vacío como si pudiera ser el hueco que hay en la barriga de una mujer que acaba recién de parir, así es la literatura, como ese hueco caliente y abierto para tantas palabras que están por nacer, y es peligroso y sin embargo necesario, te habla de un pozo de sangre de donde saca todo lo que acaba por escribir y sin embargo el resultado es tan bello como un bebé que te pertenece. Es un tema socorrido, el de esta trama literaria, pero está escrito como nunca antes. ¿Qué existe más, lo que se vive o lo que se recuerda haber vivido sin que eso haya ocurrido? Como digo, es un tema que todos, incluso los que no podemos desmenuzar el tema hasta dejarlo tembloroso como hace Clarice en Un soplo de vida, hasta en los que me incluyo, hemos tratado. Y aún así tiene algo de novedoso, algo de nunca dicho y nunca escrito, algo que sólo pertenece a la escritora brasileña. No es el primer libro que, hablando de escribir, alente a la escritura, pero éste lo hace desde algo muy íntimo, es como si esos labios de Clarice, tan siempre como si acabara de robar el beso definitivo y decisivo, saliera de las páginas y se pusiera a soplar, poniendo los labios en una o, dándote vida, encendiendo en ti la llama del saber o del inmenso no saber. Ella misma te lo dice: Éste es un libro silencioso. Y habla, habla en voz baja. Que sea su obra póstuma me hace pensar que ahí se esconde todo lo que quería dejar dicho, dejar escrito, antes de irse. La muerte le rondaba y Clarice estaba más lúcida que nunca. Y Ángela Pralini, existente o por existir, vive dentro de todos los personajes que viven o mueren dentro de cada novela. Un soplo de vida es una experiencia universal que no habla de nada y lo habla todo, lo deja todo hablado. Dice que en cada palabra late un corazón y este libro, como su título, a mí me deja un soplo ahí mismo, unos segundos de parada cardíaca y, después, al cerrarlo, un descompás de los latidos. Es un libro en carne viva. Roja, sangrante, sabrosa.

Un soplo de vida (fragmento)
" Tengo miedo de escribir, es tan peligroso. Quien lo ha intentado, lo sabe. Peligro de revolver en lo oculto y el mundo no va a la deriva, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que colocarme en el vacío. "

Crítica: Fusa Díaz

domingo, 1 de noviembre de 2009

Una Esfera tangible (Edición papel)



La Esfera Cultural pronto cumplirá su primer año de vida y nos hemos embarcado en transformar este proyecto digital a formato papel y que sea algo tangible, independientemente que la revista se pueda descargar desde este blog (pdf).

Para este primer número, tendremos una “sección especial”; contaremos con la colaboración de casi veinte ilustradores internacionales, pretendiendo realizar una simbiosis entre los creadores de mundos con palabras (escritores) y creadores de mundos con imágenes (ilustradores). Les hemos pedido que interpreten los textos publicados en La Esfera. No les hemos puesto ninguna regla o condición, tampoco sugerido ninguna técnica. Libertad absoluta. Los trabajos que nos han llegado a La Esfera han sido muy singulares. Tendremos pronto ocasión de verlos, actualmente estamos en periodo de maquetación. Paciencia.

La Esfera Cultual es una ventana abierta a la cultura en cualquier manifestación, por lo que contaremos mayoritariamente con textos literarios, ilustraciones, fotografía, crítica de cine, reseñas de blogs culturales, música y de libros. Nos vamos al papel. Mientras todos emigran a lo digital, nosotros a contracorriente.

sábado, 31 de octubre de 2009

Nunca pierdes tu escencia










Da igual que me perfores, da igual que me atornilles. Mantendré mi esencia, mi personalidad.

Me reconocerás aunque me cambies el alma de acero, por una de yeso o de madera.

Me puedes limar la esquina que no poseo, o pulir la arista con la que no he nacido, seré la misma. Estaré fría o caliente cuando me toques, pero siempre seré una Esfera.





Better, butter: Edgard Allan Poe y Alexandr Solzhenitsyn

Debería guardar cama ahora que estoy en casa.
Duermo y leo a ratos.
La habitación me molesta. Nueva circunstancia en la que gana
ella.
No puedo echar a la habitación de casa.
Me detiene el demonio de la adversidad.
Esta mañana leí un fragmento suyo, publicación en algún diario
vespertino.
Y me detiene.
Y me lo llevo.
No creo que lo llamen incesto o perversión. Poe entre dos
volúmenes del Gulag.
Vuelvo al camastro. La manta a los pies del siguiente viaje.
Serás tú. Será Estambul.


viernes, 30 de octubre de 2009

Dos balas


Resbala la cerveza por las comisuras entreabiertas que nadie se atreverá a cerrar.
El estampido no lo sorprendió tanto como al resto de comensales. No tuvo tiempo.
¿Quién podía imaginar que alguien le hiciera cara?
El Chino disfrutó del magro, amargo resarcimiento en el silencio de plomo de las respiraciones contenidas.
Yo lo hice, yo… te maté, cabrón… he sido yo…
La segunda bala de su revólver penetró con limpieza en la sien.
Entonces, el silencio fue absoluto.

Texto: Ana Joyanes

¿Por qué Kafka era un mal escritor?



Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), tiró por tierra a uno de los escritores referentes del siglo pasado: “Kafka era un mal escritor; y él lo sabía”, dijo Mendoza.


Me gustaría saber quien ha leido al completo alguna de sus obras. Opina.

jueves, 29 de octubre de 2009

¡Claro que no se la chupo, es un viejo chocho!

- Papito no te preocupes, descuida mi amor, mañana te hago el giro. Que sí… que el pana este ya lo tengo camelado y nos caseremos pronto. ¡Te quiero mi vida! ¿Seguro que piensas en mí cada día? Que no me olvido, mañana a primera hora estoy en Western Union, justico lo tengo acá cerquita de casa. ¡Claro que no se la chupo... es un viejo chocho! ¡Que no te miento, mi amor! Bueno… solo alguna vez, ya sabes… cuando se pone pesado, pero nunca como a ti, con tanta salibita y tan jugosita. Necesitamos la plata mi amor… pronto agrarraré los papeles. Que sí… que mañanica estoy en Western y tienes la plata. ¡Cuánto te quiero!

miércoles, 28 de octubre de 2009

No hace falta que lo diga Bosé...

Miguel Bosé en la entrega de las Medallas de Oro al Mérito en las Bellas Artes a puesto otra vez de manifiesto en precencia de los Reyes de España que los artistas y los creadores están al borde de la extinción de la misma forma como lo está el rinoceronte blanco o el lince ibérico. Desde La Esfera Cultural ya hemos puesto de manifiesto la poca portección que tienen los creadores.

Los libros se bajan de internet con coste cero (una creación literaria que puede durar años). Los cines no recaudan pues antes de que se proyecten las películas en las salas ya circulan por la red. ¿A quien se le va a ocurrir producir una película?. Los músicos no venden un Cd ni regalándole con ellos un apartamento en la costa... malos tiempos para la lírica. 

Si anteriormente le decías a tu padre que querías ser artista y este moría de la impresión, me imagino ahora. Son tiempos para propuestas si no queremos quedarnos sin creciones, ni creadores.

martes, 27 de octubre de 2009

El vidente hambriento

11/04/2012
Un fantasma, eso es lo que parecía, un esqueleto, un moribundo.
Cuando me hablaron de él nunca imaginé que lo encontraría en esa situación.
Sí, es cierto, me habían advertido que no pasaba por su mejor momento, que se encontraba muy delicado de salud física y quizás mental, pero algunos le seguían recordando como el mejor.
Cuando lo vi sentado en aquella cama, con una vieja y roída bata abierta, mostrando sus salientes costillas, el pecho hundido encima, la piel blanca, reseca, las rodillas dos bolas deformes y prominentes destacando en el conjunto que formaban sus escuálidas piernas, los calcetines blancos rotos por los dedos, sueltos, sin tener carne y apenas una tibia finísima donde poder sujetarse. Su rostro enjuto y amarillo, barbudo... a punto estuve de darme la vuelta y salir de aquel oscuro y fétido cuarto, pensando que sin duda me había equivocado de lugar, de persona. Pero no, no me había equivocado, aquella cosa era Basil, el vidente. (...)

(El vidente hambriento, fragmento)

domingo, 25 de octubre de 2009

Ágora


Ésta es una de esas películas a las que entras con un sentimiento ambivalente. Por una parte, deseas ver el último trabajo de Amenábar, un director interesante y sólido. Una rareza en la cinematografía española. Por otra, desconfías de las superproducciones, que suelen prometer genialidad y dan espectáculo, tantas veces, vacío.

Además, las críticas no han sido muy favorables, tibias a lo sumo.

Ágora es una película sobre el fanatismo. Pero también sobre la relatividad, sobre el lugar que nos corresponde en el Universo, sobre los espejismos que nuestros sentidos nos hacen ver y que sólo una mente y un corazón abiertos puede hacer que se disipen los velos.

Pero, sobre todo, Ágora nos muestra con absoluta lucidez, cómo la ceguera que destruyó vidas y conocimiento hace más de un milenio es reconocible en nuestros días; cómo la Tierra y los que en ella nos movemos seguimos siendo ese pequeño puntito en el espacio que sólo cobra relevancia e identidad si te acercas mucho, no el centro del Universo.

La recreación histórica es buena, la puesta en escena, rica, detallista, los personajes, me quedo con Amonio, creíbles. La historia, vista a través de los ojos de Davo, el esclavo –como insiste el fanático Amonio-, acertada.

En Ágora no hay buenos ni malos, cada cual tiene su cuota de culpa. A unos les corresponde ser los provocadores, a otros los injuriados, a otros los cobardes, a otros los advenedizos. Al final, se repite la historia: los que más hostigan aplastan a los que intentan resistir.

Cristianos, paganos, judíos, todos sienten los agravios y todos se convierten en agresores en un momento u otro. Los cristianos se llevan la parte del león en cuanto a fanatismo y crueldad. Eso fue en los siglos IV-V dc. Desde entonces, el péndulo ha oscilado tantas veces que es difícil llevar la cuenta de quiénes ostentan en cada momento la suprema intolerancia.

El final se ha edulcorado, entiendo, de forma acertada. Poco o nada aportaría una dosis extra de sangre y vísceras al conjunto de una puesta en escena del sinsentido de la exaltación intransigente. Y el propio Amenábar ha apuntado que utiliza la lapidación como forma de poner el acento en el radicalismo que hoy en día se vive en tantos países, que utilizan, como entonces, la divinidad y el sentimiento religioso para aplastar y sojuzgar a sus semejantes.

Ágora no me ha dejado indiferente, en absoluto. No puede hacerlo: una historia bien contada, intemporal aunque inserta en un marco histórico, que te embute en los ojos la monstruosidad que alberga el ser humano y que disfraza de sentimientos elevados que arrojar contra el que piensa de otra forma, jamás puede dejar indiferente.

Crítica: Ana Joyanes

viernes, 23 de octubre de 2009

90 años y como un chaval


Llevo toda la vida sin prestarle atención a Mingote y menos a su obra, pero cada domingo cuando compro el ABC me deslumbra la publicación de su viñeta/obra/ilustración de este niño lúcido de 90 años que es Mingote, en la revista XLSemanal.


¡Con noventa años y trabajando!... ilustrando a la antigua usanza, con creyones, rotuladores (seguro que son cariocas) y lápiz. Con trazos rápidos y certeros, sin apenas retoques y menos digitales. Donde otros con su edad ya marcharon o apenas pueden sostener un vaso entre sus dedos, él ilustra con sus dibujos toda una editorial. Mingote no solo destaca como figura de la ilustración, también como crítico de esta sociedad y experto en la ironía.
Esperemos que este deslumbramiento que he tenido por su obra en estos últimos meses dure muchos años. Está muy lúcido.

jueves, 22 de octubre de 2009

Cárcel de poco peso

Siempre he sentido admiración por la idea de Google de cambiar su logo con motivo de algún acontecimiento destacable. Así que a partir de ahora empezaré una nueva sección sobre "esferas" en La Esfera Cultural. Aviso, por si te pasas habitualmente por aquí y te encuentras el blog invadido por esferas. No te preocupes ya iras entendiendo...





Mantenía su personalidad, en una cárcel de cristal. 





Con carceleros de aristas fortalecidas y de uniforme llamativo. 





Guardianes de pensamiento contrario, de pensamiento envolvente pero solo en su apariencia. Ciertamente no le durarían una vuelta. El peso de su personalidad la conocemos aquellos que somos de otra estirpe.






Una tapita, solo una tapita


Vivía para comerse el mundo. Nada lo saciaba. Su capacidad para digerir crecía por días.  Pisaba fuerte, sin tratar de apabullar a nadie, nunca lo pretendió, pero sufría cohabitando con los débiles que no volaban y que se conformaban comiendo solo una racioncita de la vida. Él creía volar, creía que las distancias eran infinitas y también su capacidad. Tanto mundo quiso comer que se indigestó. Se veía venir. Una indigestión dañina le paró su vuelo y se rompió los besos contra el piso. Ahora come poco y solo pequeñas porciones, su estómago le pidió el divorcio… descubriendo que antes devoraba sin degustar. Entendiendo que se puede vivir sin comerse el mundo, subsistiendo y disfrutando de pequeñas tapitas. ¿O tal vez ahora no le queda otra?


 
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