miércoles, 4 de marzo de 2009

En buenas Manos



Paseaban. Caminaban en silencio, uno junto al otro como lo hacían cada tarde, en negociado silencio sin contrato y sin reproches. Y apareció aquel coche que los separó bruscamente y se llevó de su lado a su marido y lo empotró contra el muro de la acera de enfrente.

La mujer corrió a su lado a mancharse de su sangre, a compartir y regalarle una porción de su vida. Un ataque de histeria oxidaba su interior, mientras le susurraba a su marido con voz radiofónica que todo saldría bien. La ambulancia está en camino, escucha de fondo. Ahora los minutos no duraban sesenta segundos tratando de dar calor a una mano que empezaba a ser desconocida. El gris de la tarde se transformó en ámbar intermitente, giros y giros de la luz de la sirena, llegó la ambulancia, ahora el escenario estaba iluminado y la gente se agolpaba a presenciar el reality. Los ambulancieros apartan a la mujer, se hacen cargo. Ella suelta lastre, se libera, se evade contemplando el atrayente rojo que cubría sus manos, mientras se desvanece del escenario la luz anaranjada que se aleja acompañando al sonido de la sirena. Su marido está en buenas manos.

En el anterior escenario vuelve la tarde gris y queda la mujer sentada en la acera en compañía de murmullos y nuevas versiones exageradas de los que presenciaron el espectáculo. Ahora el escenario cambia, está dentro de la ambulancia. –¡Se nos va¡ Se escucha. Llegan a la puerta del hospital. Misión cumplida. Los ambulancieros descansan, dejan a la urgencia 316, tienen que acudir a la 317, mucho trabajo ese día. Está en buenas manos.

Nuevo escenario, la urgencia 316 está en la U.C.I., descansan los médicos, que la dejan en las manos de Dios para que haga su trabajo, está en “buenas manos

Texto: Francisco Concepción Alvarez

1 comentarios:

Ana J. dijo...

Hay algo de siniestro en esas frases hechas: no se preocupe, está en buenas manos; siempre se van los mejores; aquí paz y después gloria...
Tienen un tinte definitivo, irrevocable,me ponen los pelos de punta.
Por cierto, la suerte está echada.

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