Un grupo de kinkis, unos con la "pata" apoyada en la pared, otros sentados sobre el capó de un coche dialogan… perdón, quería decir emiten y narran cada cual hazañas, mentiras y ninguno escucha. Cuentan en su idioma macarra su hombrada: el que pilló la mayor velocidad en la autopista con la moto, el que más veces se trajinó a la zorra del barrio, el que le metió más hostias al segurita de tal o cual sitio, el que se levantó el cd del Audi de la plaza… El tiempo para ellos no es problema. Nadie los reclama y menos un trabajo o compromisos. Viven al margen.
Mientras se apasionan con sus gestas y se fuman unos peta, aparece sigilosamente y se une al grupo uno que aparenta ser de su calaña. Solo lo diferencia su cautela y que le falta una pierna. Viene apoyado en dos muletas. Se denota que le falta aún práctica en el caminar, debe de ser reciente la amputación. La pierna está cortada casi a ras de la ingle.
El kinki sin pierna se apoya en un hueco que queda en el coche.
- ¡¿Qué pasa gente?! –A modo de saludo el kinki sin pierna.
El grupo lo mira y casi al unísono se escucha -¿Qué pasa tío?.
- Nada… por aquí. –Contesta el kinki amputado.
- ¡¿Que te pasó tío?! Se aventura a preguntar uno, el resto lo mira con indiferencia.
- Nada… un rollo con la moto
- ¡Joder que chungo! Ya nos extrañaba… hacía dos meses que no sabíamos de ti. –Apunta uno del grupo.
El grupo retoma su rutina, encienden nuevos petas y vuelven a exagerar sus limitadas hazañas. Todos cuentan, nadie escucha. La vida del barrio no se detiene.
Texto: Francisco Concepción Alvarez
4 comentarios:
"Todos cuentas, nadie escucha. La vida del barrio no se detiene...". Es un texto que me dice sobre las falsas apariencias. Esa predisposición egoísta a la que tendemos y que es aplaudida por la actual sociedad: vivir sólo y a consta de la belleza material, la perfecta; esa que no da que pensar, manteniéndonos en un estado de eternos adolescentes de gustos superficiales e ilusiorios. Y mientras, si bulle algo desde el interior de uno se bloquea, no se comparte, se vuelve a tragar.
que gran reflexion!
Me encanta!
Desgraciadamente este tipo de escenas con este tipo de gente no nos suena extraño en absoluto. Todos podemos conocer a un grupito de estos fumándose el peta por la noche, debajo de nuestra ventana abierta, con la única e imposible intención de refrescarnos, y escuchar sus conversaciones.
No sabría decir si estás "tribus" son numerosas o no pero hacen tanto ruido que parece que sean las únicas que existen haciendo ruido con sus tubos de escape o poniendo la música máquina a todo volumen.
El texto evidencia mucho más que un hecho social, evidencia que pertenecer a ciertos grupos obliga a pagar un peaje, en este caso una pierna. Lo que me asombra es que no le hubieran vitoreado como un héroe por su pérdida... bueno, supongo que ahora ya no podrá ser un as sobre dos ruedas y eso lo relega directamente a un nivel inferior.
Es una crónica, una crónica periodística veraz y verídica.
En fin, que para decir que es un texto que hace pensar he lanzado un rollo...
Anabel, la Cuentista
muy bueno!!!!!
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