miércoles, 26 de agosto de 2009

In Paradisum

Sabio con espíritu mesiánico inventa mecanismo que permite a los elevadores ascender a los cielos. Realiza una prueba con primates. Dos mandriles pasan a engrosar, ese mismo día, las filas de los querubines, serafines y demás coristas celestiales. Noticia del invento del enésimo botón se hace pública. Fabricantes de ascensores incorporan de serie el botón del enésimo piso (o botón celeste). En poco tiempo, los cielos se pueblan de paralelepípedos de diversos colores y dimensiones, que atraviesan verticalmente el éter transportando a miles de ciudadanos de fe inquebrantable. Problemas de superpoblación en el Paraíso provocan la queja formal de las autoridades vaticanas en el nombre de Dios. Preocupadas por la posibilidad de despertar la Ira Divina, las autoridades de los países afectados (aquellos cuya población puede permitirse el elevado coste del enésimo botón) prohíben terminantemente el uso del artefacto. Aun así, plataformas ciudadanas exigen su derecho a ascender al Reino de los Cielos, sin escatimar en medios para la consecución de sus fines, incluidos el uso de la violencia o de la música de Fauré. El conflicto civil está servido. Se impone la Ley Marcial en todas las grandes capitales. Fauré es declarado indeseable. La primera noche, algunos contestatarios insisten en emprender el vuelo. Aquí y allá, sobre las grandes capitales, se observa a diversos elevadores alzándose más allá de las azoteas en actitud de franco desafío. Cuando están a punto de alcanzar las nubes, son derribados por misiles tierra-aire disparados por dispositivos antiaéreos. El ascenso a los cielos por esta vía, más tradicional, no resulta un espectáculo agradable y disuade a los últimos díscolos. Los botones celestes son desinstalados. Las fábricas de ascensores entran en crisis. El crecimiento demográfico del Paraíso retorna a sus niveles habituales. El sabio con espíritu mesiánico es defenestrado. Se permite volver a interpretar a Fauré en las grandes capitales, salvo su In Paradisum. Un niño filipino se despierta, aterrado, al sentir, flotando sobre su cama, la presencia de un mandril alado que aporrea una lira, insistiendo en un grito gutural que pretende ser el dulce arrullo de su ángel de la guarda.



4 comentarios:

FranCo dijo...

Interesante texto estilo tipo periodístico, al que se le suma el trasfondo y una visión de escape y posible solución al descontento de esta sociedad.

dácmar dijo...

Una texto interesante que refleja las debilidades de la sociedad de hoy en día, y que trístemente se repiten desde los tiempos más remotos de la Historia de la Humanidad. La ambición, la envidia, la soberbia, la osadía..., ¿llegaremos alguna vez a superarlas?. Los monos parece ser que sí, je,je.

Anabel dijo...

Una pregunta me queda: si la única manera que tenían los monos de acceder al Paraíso era el énesimo botón, ¿ya no podrán ir nunca más al Cielo?

Es un texto muy bueno, por su estilo y su original temática.

Anabel, la Cuentista

Ana J. dijo...

Estupendo!
Una buena historia contada con ritmo, humor y garra. Como comenta FranCo, con estilo periodístico.
Da para una película de ciencia ficción. Tal vez, de Alex de la Iglesia.
Me ha encantado

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